Escuela de infantil y primaria
La fascinación que suscita en nosotros (arquitectos) el juego de los niños a menudo radica en su lógica constructiva.
La presentación de estos juegos en dos estados armado-desarmado, (deconstruido-construido), presentan un objetivo, que es el de la arquitectura misma.
Sin embargo mas allá del embelesamiento por el propio objeto y su condición objetual, nos interesa su lógica de acción, su capacidad de poner al límite las capacidades de los niños ya que les obligan a elegir, reduciendo la posibilidad a certeza, hasta alcanzar la situación “construida”.
Es entonces cuando verdaderamente comienza el aprendizaje, se supera la lógica del juego para descubrir nuevos caminos, espacios inesperados y sorprendentes, que surgen de la imaginación.
Es entonces cuando el niño, aprende a hacer su relectura del mundo.
La lógica del juego se traslada al lugar, el programa general se deposita atendiendo a las necesidades del conjunto y a las singularidades del entorno.
Las geometrías de lugar se introducen en el volúmen seccionándolo en pequeñas piezas de ensamblaje que albergan los programas; esta atomización material, permite deconstruir el sólido capaz necesario, generando una nueva organización que genere situaciones inesperadas:
Aperturas visuales, terrazas exteriores, acceso independiente a los programas, relación entre las zonas de juegos; formando todo parte de un paisaje espacial donde se difuminan los límites exterior-interior, lleno-vacío, arquitectura-paisaje.
Se supera así la lógica del juego.